Descubrí el arte de Grip Face caminando las calles de Palma de Mallorca hace poco más de dos años. Me llamó la atención porque había algo más que quizás se me escapaba. Sus pinturas con spray en los muros de la ciudad te hacían pensar: un tottem con bigote, un ojo que te observa, un hombre en un capullo de seda, una mano indicando un gran punto negro, las puertas, sus Black Faces…
Hace un año le puse rostro. Fue en la presentación del proyecto colectivo «Final» de Jordi Pallarès. De allí surgió un encuentro para charlar de su trabajo, el graffiti, el arte en la calle… Hace unos días le acompañé en una intervención que hizo en Palma.
Domingo, a pleno sol, Grip Face pinta en el mismo lugar de otra intervención suya ya deteriorada por el paso del tiempo y que formaba parte de su proyecto «Doors without destination».
Llegué cuando ya había limpiado la puerta y estaba haciendo danzar al aerosol azul bajo una máscara de protección. A su lado estaban desplegadas sus herramientas con el colorido que le caracteriza y un boceto en el que se basará, que irá transformándose según pasen las horas y las sombras.
Para Grip Face pintar en la calle es una necesidad, forma parte de él.
En silencio, bajo un sol abrasador, observa el camino por el que avanza y en el que una mujer quedará atrapada.
Color tras color, forma tras forma, se crean texturas con las imperfecciones de la puerta. Ella también quiere mostrarnos sus cicatrices.
Grip Face es un observador de la calle. Lo que capta en ella queda reflejado en su arte, tanto en su trabajo de estudio como en el exterior.
Interviene los muros de la ciudad pensando en la calle, localizando el lugar perfecto que encaje con lo que nos quiere decir. Busca hacer pensar a la gente, que reaccionen frente a lo que muestra. No quiere hacer algo ‘bonito’ aunque sea lo más aceptado, lo más popular.
Sus personajes son la gente que ve en la calle, con la que charla, encuentros inesperados, conexiones, aunque también deja parte de él mismo. Me dice que aprendía más conversando con sus profesores fuera de las aulas que asistiendo a clase. Desde pequeño ha estudiado dibujo y pintura, siempre ha estado viviendo con el arte. Y ha querido dedicarse a su arte.
No tiene prisa, se toma el tiempo necesario para seguir creando. El boceto no es algo que trasladar idénticamente a la pared, sigue vivo.
Construye muros, inserta elementos… Va creando esos obstáculos que nos ponen y nos ponemos, hasta tal punto de quedarnos atrapados.
Además de aerosoles, se arma con pinceles y rotuladores.
Con el paso de las horas fue oscureciendo y como la luz, la mirada fue modificándose. El rostro de la mujer atrapada se va transformando.
Unos pasos atrás, coger distancia para volver a percibir, sentir… Y finalmente dar los últimos retoques tras cinco horas pintando, mientras en las calles anexas los vecinos de arriba libraban una batalla de agua con los de abajo.
Esta es la puerta tal y como estaba anteriormente.
Te dejo con un guiño.
Y con los sonidos del graffiti: el chocar de las bolas mezcladoras, el siseo de la pintura al escapar de la lata y la calle. Para los olores tendrás que hacer uso de tus recuerdos o experimentarlo si todavía no lo has hecho.
En nuestro primer encuentro lo sentí cercano, sincero. Habla bajito, suave, con calma. Es honesto con lo que hace, con convicción, porque lo siente, le sale de dentro y reflexivo. Siempre hay un mensaje que quiere comunicar. Pensé «es un artista».
¿Sabes de dónde viene su nombre? De la internacionalización de su mote Cara de lija que tenía cuando patinaba y pintaba en sus tablas. Le decían que parecía el grip (la lija del monopatín) al llevar la cara lastimada.
Este año ha emigrado a Amsterdam, donde ya ha intervenido sus calles y donde expondrá próximamente. Pero el mes que viene podrás verle en Bilbao.
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